En mi vida he tenido la incre¨ªble suerte de poder viajar. Ver el mundo y ser testigo de primera mano de su diversidad ha sido la mejor manera de aprender, y nunca recib¨ª una lecci¨®n m¨¢s dif¨ªcil que durante mi visita a la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo en 2009. Rodeado por nueve pa¨ªses distintos, en ese pa¨ªs viven m¨¢s de 200 grupos ¨¦tnicos, por lo que se puede decir, literalmente, que es el coraz¨®n de ?frica. All¨ª se ha decretado el estado de emergencia. Diversas milicias y una complicada situaci¨®n pol¨ªtica influyen en la devastaci¨®n de la tierra y de la poblaci¨®n, pero nadie experimenta mayor sufrimiento que las mujeres y las ni?as. Cientos de miles de mujeres y ni?as sufren palizas, torturas y violaciones . atrocidades mayores de lo que nunca escuch¨¦ y totalmente inimaginables para m¨ª.

Durante ese viaje visit¨¦ el Hospital de Panzi en Bukavu, ciudad situada cerca de la frontera oriental y conocida por ser una de las m¨¢s azotadas por esta plaga de violencia sexual. El hospital es uno de los ¨²nicos refugios que ofrecen protecci¨®n a las v¨ªctimas y del m¨¦dico que lo dirige, el Dr. Mukwege, se podr¨ªa decir que es casi un santo. Adem¨¢s del tratamiento m¨¦dico y psicol¨®gico impartido habitualmente a las v¨ªctimas, en el hospital se llevan a cabo intervenciones quir¨²rgicas de reparaci¨®n para mujeres que sufren f¨ªstulas vaginales o rectales. Las operaciones son, literalmente, un milagro para esas mujeres y ni?as que, de lo contrario, sufrir¨ªan incontinencia permanente, adem¨¢s de infecciones cr¨®nicas. Las f¨ªstulas tratadas en el hospital suelen ser resultado de violaciones repetidas y violentas pero adem¨¢s, con mayor frecuencia, se deben a da?os causados deliberadamente en el aparato genital mediante objetos punzantes, cuchillos o disparos. El objetivo de esa brutalidad es humillar completamente a las v¨ªctimas y destrozar las familias y las comunidades: es una violencia que no parece conocer l¨ªmites.

Tras este tipo de malos tratos nada puede ser igual, ni f¨ªsica ni mentalmente. En momentos como este es cuando me pregunto: ?C¨®mo es posible que un ser humano cometa ese tipo de acciones contra otro? ?En qu¨¦ momento perdemos la compasi¨®n? ?C¨®mo esperar que esas mujeres vuelvan a confiar en nadie, especialmente cuando, al volver con sus familias, se enfrentan al rechazo y la exclusi¨®n? ?A qui¨¦n pueden acudir? Aunque lleguen a sanar de sus heridas, quedan debilitadas sin el apoyo de su familia y su comunidad; sin oficio ni recursos, hay tant¨ªsimas mujeres que no tienen ning¨²n medio de supervivencia. A veces, el problema parece abrumador, demasiado dif¨ªcil de solucionar.

En la sede de la Misi¨®n de la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, tuve la oportunidad de reunirme con un grupo de mujeres que trabajan con organizaciones no gubernamentales en Bukavu. Escuchar a estas mujeres me puso el coraz¨®n en un pu?o. Una de ellas dijo que quieren luchar, aspiran al cambio y la esperanza, pero ya no saben a qui¨¦n acudir. Tienen la sensaci¨®n de que no pueden fiarse de nadie, se sienten solas e impotentes. Las comprend¨ª perfectamente. Con solo escucharlas contar su situaci¨®n resulta dif¨ªcil no sentir la misma impotencia que ellas.

Pero ?c¨®mo empezar a resolver un problema tan enorme y complejo? Lo que hay que hacer es empezar de alguna forma, como sea, pero hay que empezar. Hay que actuar. Al leer esto, reflexion¨¦ sobre la compasi¨®n humana. Imag¨ªnese por un momento que usted, su hermana, su madre o su hija viviera una situaci¨®n tan dif¨ªcil . y despu¨¦s haga algo. Existen enormes problemas que nuestra generaci¨®n quiz¨¢ no consiga solucionar, pero tambi¨¦n hay mujeres que sufren aqu¨ª y ahora. Esas mujeres nos necesitan y nosotros podemos cambiar sus vidas.

En Bukavu, cuando conoc¨ª a Christine Schuler Deschryver y me enter¨¦ de su trabajo con V-Day, me di cuenta de que las cosas pueden cambiar.

V-Day se define como un movimiento mundial para poner fin a la violencia contra las mujeres y las ni?as. Van por todo el mundo para obtener apoyo, ofrecer informaci¨®n, educar, colaborar con organizaciones locales y servir de inspiraci¨®n a hombres y mujeres para que pongan fin a la violencia. Christine ha dedicado su vida a ayudar a las mujeres y las ni?as de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo y, cuando nos conocimos, ella y el equipo de V-Day estaban enfrascados en la tarea de materializar el proyecto City of Joy (Ciudad de la alegr¨ªa) en Bukavu. City of Joy es un centro sin igual para v¨ªctimas de la violencia sexual, donde se da apoyo a estas mujeres ayud¨¢ndolas a sanar y se les ofrecen oportunidades para impulsar su independencia y su capacidad de liderazgo mediante programas como terapia de grupo, danza, educaci¨®n sexual, defensa propia y control de su econom¨ªa. Cuando me ense?aron el terreno donde se iba a construir el proyecto y me hablaron de los planes, supe que hab¨ªan empezado a actuar y que esa actividad ser¨¢ ¨²til.

Desde aqu¨ª les animo a que se informen sobre la situaci¨®n de las mujeres en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo y apoyen la labor del Hospital de Panzi y V-Day. Doy fe de estas organizaciones y les prometo que su apoyo permitir¨¢ salvar vidas, ni m¨¢s ni menos.

?Qu¨¦ significa una cama m¨¢s de hospital donde se pueda consolar a una mujer que se acaba de arrastrar durante kil¨®metros para recibir ayuda? ?Qu¨¦ significa que una ni?a de 13 a?os se haya librado de una violaci¨®n? ?Qu¨¦ significa que esa ni?a pueda confiar en un hombre y criar a un hijo en la creencia de que las personas, ya sean hombres o mujeres, pueden ser buenas?

Charlize Theron, actriz ganadora del Oscar y Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas, se dedica especialmente a la eliminaci¨®n de la violencia contra las mujeres.
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